miércoles, 25 de enero de 2012

CONTINUAMOS UNA HISTORIA


Era una noche fría de invierno, la luna estaba llena y el viento fuerte del Norte removía las hojas de los árboles de la calle y los toldos envejecidos de la antigua casa de relojes del maestro relojero Daniel Garrote. La luz parpadeante de una bombilla se reflejaba en el cristal de la peluquería y producía sombras y luces en el interior del local. A lo lejos se escuchaba el llanto ahogado y trágico de un hombre. Eran un hombre viejo, con la cara arrugada, el pelo blanco, y le faltaban todos los dientes. Le pregunté qué le pasaba, y me dijo que no tenía familia, su peluquería había caído en quiebra y no tenía dinero. Le dije que no se preocupase, que mi tío tenía una agencia y lo iba a contratar; parece que dejó de llorar. Me lo agradeció mucho, le dije que no hacía falta que me lo agradeciera, que a mi me gustaba ayudar a la gente. Cuando llegué a mi casa se lo dije a mi padre y corriendo llamó a mi tío y le dijo que estaba ya contratado, sería el estilista de las modelos de su agencia.
Al día siguiente volví a pasar por esa calle, o al menos lo intenté, estaba todo vallado con una cinta amarilla, había habido un asesinato, por lo visto ese hombre que yo vi estaba compinchado con la mafia, tenía un problema muy gordo que resolver y, a cambio, la mafia le daría una gran cantidad de dinero; si no lo hacía, lo mataban. Lo que tenía que hacer ese hombre era quemar la agencia de mi tío, él sabía que lo era, no sabemos por qué no la quemó en vez de dar su vida, pero prefirió morir en vez de quemar la agencia.

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